17 octubre, 2011

Si algún día me tropiezo con Merlín, le daré las gracias por haberlo cruzado en mi camino.

Él es uno de esos príncipes sin reino que corren por ahí esperando que los beses para transformarse en sapo. Lo entiende todo al revés y por eso me gusta tanto. La gente piensa que lo entiende todo a derechas y hace las cosas a izquierdas, y eso, viniendo de una zurda, lo dice todo. Me mira y se cree que no le veo. Imagina que me evaporaré si me toca y que, si no lo hace, se va a evaporar él. Me tiene en un pedestal tan alto que no sabe como subirse. Piensa que mis labios son la puerta del paraíso, pero no sabe que están envenenados. Yo soy tan cobarde que, por no perderle, no se lo digo. Finjo que no le veo y sí, que me voy a evaporar...
Él es uno de esos príncipes que harían bien manteniéndose alejado de los cuentos y de las princesas que lo habitan. No sabe que es el príncipe azul que tiene que besar a la bella durmiente de su sueño eterno, pero es porque ignora que todos los cuentos son mentiras, aunque no todas las mentiras son cuentos. Los príncipes no son azules y las durmientes, aunque sean bellas, nunca despiertan de su sueño. Es el mejor amigo que nunca he tenido y, si algún día me tropiezo con Merlín, le daré las gracias por haberlo cruzado en mi camino.

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