21 marzo, 2011

Madrid, 1937

El bar esta vacío, y la luna es la única compañera del las botellas detrás de la barra. El camarero pasa el trapo a un vaso que se ensucia cada vez mas. Canta por lo bajo una canción, es lo único que se oye, eso y el sonido de las gotas al otro lado del cristal. La soledad se huele en el ambiente, y la tristeza espesa la atmósfera. Fuera hay una sombra que corre debajo de la lluvia, varias sombras mas le persiguen. Le alcanzan a varios metros de la puerta y a golpes y balas le hacen caer puño izquierdo en alto. El camarero levanta la mirada pero abatido la vuelve a dejar en el fondo del vaso vacío. En esa décima de segundo veo todo lo que el no puede decir. Pistolas y muertos sin nombre callan las bocas mas valientes. Y los valientes que lucharon por una causa perdida, murieron por ella, y quien tuvo la mala suerte de seguir aquí, poco a poco se apaga entre miseria y hambre. El miedo pasea por las calles de la mano de la violencia, y no se oyen risas ni se ven sonrisas. La vida y la muerte son intimas amigas en esa ciudad vacía de luz, y van apagando la luz del sol que pasa por las ventanas al amanecer. Los niños desconocen el reír sin miedo. La palabra libertad se ha perdido entre la sangre y las armas. El amor fue asesinado por el poder. Y la esperanza se apago como la vela de la barra del bar con un soplido. Todo eso me dijo su mirada, y mas cosas que que su corazón no le deja, porque a golpe de cicatrices aprendió que hay cosas que vale mas callar. Hay cosas que no te dejaron decir y te matan en las noches en vela pero es lo mejor se repite. Aunque le mate a solas la razón.

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