Tuve el amor en mi mano, lo acaricié, lo arropé de noche
y de buenos días, me dio de comer en sus brazos
y en sus pechos me abanicó los latidos
y quitó miedos, nos besamos como con osadía y refugios,
haciendo una bóveda de deseos en cada equipaje,
construyendo desde la piel el hogar y el orgasmo,
bebiendo a morro la saliva de sueños tras el calor y los alambiques.
E. Algeet
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